Etiquetas en los niños

El peligro de poner etiquetas a los niños
En nuestra consulta de psicología en Valencia trabajamos el tema de las etiquetas que ponemos a los niños con los padres. Muchas veces no nos damos cuenta, pero definimos a los niños (y también a los adultos) con algún adjetivo que pensamos representa la totalidad de su personalidad. Es imposible que un niño se ciña a una manera concreta de comportarse el cien por cien del tiempo y en todas las situaciones. Por lo tanto, poner etiquetas a los niños puede tener una serie de consecuencias negativas que comentaremos a continuación.
¿Qué son las etiquetas a los niños?
Las etiquetas implican definir al niño por medio de su conducta. Es decir, si el niño normalmente juega mucho, es curioso, se mueve, etc. podemos escuchar «mi hijo es muy revoltoso», e incluso, «mi hijo es malo».
Si os dais cuenta, las acciones que he mencionado son las conductas propias de un niño sano, las cosas que se hacen cuando somos pequeños. Pero, si las usamos como una etiqueta hacia el niño, le estamos dando un tinte negativo. Esto hará que el niño se sienta encasillado y se frustre por la dificultad de cambiar esa imagen que los demás tienen de él. Por ello, etiquetar a una persona puede tener efectos en su comportamiento y en el concepto que se formará de ella misma o autoestima.
¿Cuál es el peligro de poner etiquetas a los niños?
- Las etiquetas nos hacen olvidar que son niños
Como hemos comentado anteriormente, el hecho de decir que un niño es «el malo», «el listo», «el responsable», etc. puede hacer que nos olvidemos de que ciertos comportamientos corresponden a la infancia y otros no. Por ejemplo, que un niño sea revoltoso es normal en los primeros años ya que implica una curiosidad por el mundo que le rodea y que está empezando a descubrir. Que un niño se preocupe por el dinero porque ha escuchado ciertos comentarios en su casa, puede hacernos pensar que es «el responsable». Este comportamiento no es propio de la infancia, ya que el dinero no es una preocupación que deba existir en esa edad.
- Las etiquetas implican generalización
El hecho de utilizar mucho una etiqueta hace que la apliquemos a todas las situaciones y se convierta en algo rígido y difícil de cambiar. Es imposible que el niño se comporte del mismo modo siempre, por lo tanto, uno de los peligros de las etiquetas es la generalización. Pensamos que el niño es así en todas las situaciones y durante todo el tiempo, lo cual no es objetivo.
- Con las etiquetas dejamos de ver otras conductas
Los adultos dejamos de ver las conductas del niño que no corresponden a esa etiqueta. Las etiquetas empañan las conductas positivas, nos va a acostar más detectarlas.
A las personas nos gusta que las cosas se adapten a las ideas que tenemos establecidas. Por ello, en el caso de las etiquetas, vamos a tener «una lupa» para ver las conductas que se adaptan a ellas. Por ejemplo, si pensamos que nuestro hijo es un desastre, nuestra atención va a estar focalizada en los juguetes que deja por el medio, lo desordenada que está su habitación, etc. y pasaremos por alto las veces que ordena sus cosas.
- Los niños actúan en función de esas etiquetas
Otro aspecto negativo de las etiquetas en los niños es que van a hacer lo que piensan que se espera de ellos. Es decir, van a adoptar el rol que marca esa etiqueta. Si repetimos muchas veces a un niño que es malo, terminará pensando que es así y actuando en consecuencia con esa idea.
Además, como hemos comentado en el punto anterior, las conductas positivas no serán reforzadas por los adultos, por lo que el pronto dejará de intentarlo. Esto es lo que en psicología llamamos efecto pigmalión o de la profecía autocumplida. Una expectativa que incita a las personas a actuar en formas que hacen que la expectativa se vuelva cierta. De hecho, Rosenthal y Jacobson, estudiaron este efecto en el ámbito educativo y afirmaron lo siguiente: «Las expectativas y previsiones de los profesores sobre la forma en que de alguna manera se conducirían los alumnos, determinan precisamente las conductas que los profesores esperaban.». Es decir, si un profesor en el inicio del curso pensaba que un alumno era «listo», el niño terminaba comportándose de ese modo, esforzándose y sacando buenas notas.
¿Qué consecuencias puede tener etiquetar a los niños?
Las etiquetas, tanto positivas como negativas, bloquean las habilidades de los padres y de los hijos para experimentar, expresar y/o reconocer a la persona en su totalidad. La pertenencia e importancia se elevan al creer que alguien sabe quien eres y no lo que eres.
- Efecto de las etiquetas en el comportamiento de los niños
Como hemos comentado anteriormente, el niño al que ponemos una etiqueta acabará actuando de ese modo. En poco tiempo veremos que adopta el rol que piensa que se espera de él.
Además, como las etiquetas son tan rígidas, estamos mostrando al niño que la personalidad es algo estático y muy difícil de cambiar, por lo que dejará de intentar comportamientos nuevos. Por ejemplo, si a nuestro hijo le cuesta recoger y ya le hemos puesto la etiqueta de «desordenado», no intentará probar otras formas de comportamiento.
- Efecto de las etiquetas en la autoestima de los niños
Las características de las etiquetas tienen efectos negativos en la autoestima de los niños ya que se sentirán encasillados. Sean positivas o negativas van a percibir que es imposible cambiarlas y que se les valora por cómo hacen las cosas y no por como son.
Etiquetas clínicas en los niños
En algunos casos, el niño tiene un problema clínico y un profesional de la salud (psicólogo o psiquiatra) le diagnostica un problema emocional. Estos diagnósticos son necesarios, sobre todo, para entendernos entre las personas que trabajemos con el niño, por ejemplo si nos tenemos que coordinar psicólogo, psiquiatra, maestros y padres. De este modo, sabremos cuál es el problema, de qué estamos hablando, cuál sería una evolución lógica, etc.
Lo peligroso en este caso es que a partir de ese diagnóstico, se cree una etiqueta, y nos comportemos de forma distinta con nuestro hijo.
En este caso, es importante que el profesional te explique exactamente cuáles son las dificultades del niño y que puedes hacer para ayudarle a superarlas sin herir su autoestima.
Conclusión
Es cierto que algunos niños nacen con temperamentos particularmente difíciles, mientras que otros parecen adquirirlos a través de sus experiencias. Es importante no olvidar que los niños no desean ser malos. Un niño malo no es feliz, no importa que les parezca a sus padre o a otros. Un niño que no se comporta adecuadamente está tratando, sin éxito, de aprender formas de estar en el mundo, lo que significa aprender autodisciplina, responsabilidad e inteligencia social y emocional.
El niño que se porta mal es un niño desalentado. Adler.
Como dijo Alfred Adler, uno de los fundadores de la disciplina positiva, los niños actúan mejor cuando se sienten mejor. Por ello, las etiquetas no tienen sentido, ya que harán que el niño se forme una imagen negativa de sí mismo y esto repercuta en su conducta.
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